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Cómo reformé mi departamento para construir el espacio que ahora amo

Departamento Nonantzin 2
Historias Cousi te habla de historias personales de personas reales. Con cinco meses de embarazo y la urgente necesidad de mudarnos a un espacio más grande porque la familia crecía –mi pareja y yo vivíamos en un hermoso hogar, pero que solo tenía una recámara–, tuvimos una gran oportunidad de renta de un departamento de dos pisos. Las primeras charlas con la dueña –sin todavía conocerla–, nos hicieron pensar que no podíamos rechazarlo, pues se trataba de un penthouse de unos 200 m2 muy bien ubicado, a solo unas cuadras de donde estábamos viviendo. Aunque la idea de cambiar de casa, de mover nuestra vida, porque con un bebé en camino necesitábamos más espacio, era emocionante, confieso que también me causaba cierto estrés, porque encontrar “el lugar perfecto” no siempre resulta fácil ni rápido. Y esta oferta apareció justo cuando la necesitábamos. Por fin llegó el día de conocerlo. Fue un sábado, recuerdo, a mediodía. Entramos y la luz que lograba meterse por todos los rincones fue lo primero que me enganchó; sin embargo, aunque el departamento era muy amplio, luminoso y su ubicación en la ciudad era inmejorable, el estilo ochentero que tenía en puertas, lámparas, clósets y paredes (la sala estaba forrada en madera y, tanto en comedor como en sala, había espejos), no me gustó. Yo iba con la idea de encontrarme algo muy moderno y minimalista, así que esto me parecía un poco excesivo. Afortunadamente no fui corta de visión, porque ahora que llevamos viviendo casi siete años en él, no lo cambio por nada. Pero, vayamos por partes.          Depa recién llegamos 2      Depa recién llegamos

Así estaba el departamento cuando llegamos.

Fotos cortesía de la autora.

 

 

No fue amor a primera vista

Pienso que visitar un departamento para su renta o compra no debe hacerse en solitario, ni tampoco hay que verlo una sola una vez, sino por lo menos dos, a diferentes horas del día, para que no perder ningún detalle que pueda ocultarse con la luz, ruidos y movimientos en el edificio y la calle (eso también puede ser un factor para aceptarlo o rechazarlo). A veces uno pierde la objetividad si va con una idea preconcebida, así que tener a alguien que te dé su punto de vista ayuda a tomar la mejor decisión. En mi caso, fue mi pareja la que me motivó a no quedarme con esa primera impresión de que el departamento que nos ofrecían estaba “pasado de moda” en sus acabados, porque eso, me dijo mi pareja, se podía arreglar con algunas modificaciones (como cambiar el piso o poner los muebles adecuados), y lo que importaba más era la estructura del edificio, el tamaño, la ubicación, los dos lugares de estacionamiento que tenía (¡sí, dos lugares!) y que tuviera buenas instalaciones de gas y luz; todos los servicios que buscábamos. Sus puntos de vista me parecieron sensatos y, en el fondo de mi corazón, sabía que era una gran oportunidad vivir ahí y que no íbamos a encontrar algo mejor, pues el tamaño de las habitaciones y los clósets eran el adecuado; además, todo lo que nos gustaba o solíamos hacer (ir a bancos, salir a comer restaurantes, ir de compras al supermercado, a la farmacia o incluso a centros comerciales) nos quedaba caminando, por lo que nuestra rutina seguiría siendo la misma. A esto sumamos vías de comunicación accesibles y transporte público a la mano.  

Las primeras transformaciones

Los meses antes de que naciera mi hijo nos dieron la posibilidad de dedicarle tiempo a la reestructuración y adecuación del espacio. No fue una remodelación como tal, sino que simplemente le dimos nuestros toques personales de decoración. Los muebles y accesorios que elegimos fueron clave para darle un nuevo rostro, además de la emoción de poder hacer, de cero, “el cuarto del bebé”. Creo que la recámara de mi hijo fue de los primeros espacios que “vestimos”, aunque la cuna la armó mi pareja dos semanas antes de que naciera. Comenzamos decidiendo cuál sería nuestra recámara y cuál la del bebé –por cierto, otro punto a favor del departamento es que ambas recámaras contaban con su propio baño y sabíamos que eso nos iba a facilitar la vida–. Así, empezamos a montar la que escogimos para nosotros, la principal. Nos quedamos con nuestra cama de antaño, pero con nuevas colchas y almohadas que combinaran con el tono de los clósets, que eran color miel. Agregamos unas lámparas a nuestras mesitas de noche y elegimos un espacio para el Moisés del bebé, que nos confeccionó mi suegra, el cual utilizamos durante sus primeros meses de vida hasta que lo pasamos a su cuarto. Los closets enormes hicieron una gran diferencia, pues tanto mi pareja como yo teníamos espacio de sobra para nuestra ropa, zapatos y demás objetos personales. Algo que me gustaba y me sigue gustando de esta habitación son sus ventanales, pues son de piso a techo y nos permiten tener grandes vistas de la ciudad y atardeceres espectaculares. Las cortinas siempre están arriba y solo las bajamos en la noche, a la hora de dormir.

Atardecer departamento NonantzinEsta es la vista desde mi habitación.

Fotos cortesía de la autora.

  Después de esto, pensamos en la sala, la parte más amplia del departamento y a la que sin duda teníamos que ponerle mucho empeño para que los espejos que recubrían toda una pared no sobresalieran o llamaran demasiado la atención. Esto lo logramos con tres muebles clave: un librero blanco contemporáneo, que por su forma y espacios abiertos siempre hace que voltees a verlo; un mueble naranja para la televisión, que también tiene una parte de librero; y dos sillones de cuero negro estilo Chesterfield. A esto añadimos una mesa amplia de centro, de madera, que mi pareja había mandado a hacer, con una alfombra debajo. Para rematar la decoración, pusimos nuestras sillas Acapulco favoritas en la terraza de la sala. Nuestros libros y revistas, unas lámparas de techo nuevas y un audio de buena calidad para esta área del que ya era nuestro hogar, completaron la reestructuración.

SIllón y pared texto NonantzinNuestro sillón.

Fotos cortesía de la autora.

 

 

Una nueva personalidad

Las transformaciones del espacio que hoy habitamos se han dado a lo largo del tiempo; no todas las hicimos cuando recién llegamos, porque nuestra prioridad en ese momento era que mi embarazo transcurriera sin presiones ni contratiempos, por mi salud y por la del bebé. Sin embargo, para cuando mi hijo nació –tres meses después de firmar el contrato del departamento–, este ya tenía una nueva personalidad. Sin duda, la sala fue una de las áreas que le dio la pauta de decoración a los demás espacios. Bajo ese mismo estilo continuamos con el comedor, donde pusimos las mismas lámparas para que el área del primer piso tuviera unidad con la del segundo. El comedor que teníamos se acopló muy bien a las dimensiones y agregamos un gran cuadro. Acá también había espejos en dos paredes. Al estar colocados justo en cada pared al final del pasillo y que enfrente tuvieran el gran ventanal, le daba a esa área una perspectiva de amplitud. Por las tardes, es el espacio soñado, porque ahí tomamos té mientras el sol se oculta y pinta el cielo de rosas, naranjas y violetas. Los primeros dos años de vida de mi hijo tuvimos como acompañante su sillita para comer, que la buscamos de madera para que combinara con el resto de los muebles. Un espacio que no quiero pasar por alto es la escalera de caracol que nos conecta con el segundo piso del departamento. También está forrada de madera y es una belleza. Al principio me causaba cierto temor que mi hijo quisiera bajar de su recámara sin que yo me diera cuenta; no obstante, siempre estuvimos al pendiente y le enseñamos cómo debía bajar. Lo logró sin problema.

Departamento Nonantzin 2La escalera de caracol

Fotos cortesía de la autora.

 

Respecto a los pisos, de los que no hemos hablado, estos los cambiamos hasta después de un año (buscamos uno laminado para sustituir el de mosaico con el que nos lo entregaron). Debo decir que nos tardamos un poco en llegar a esa modificación, pues estábamos inmersos en la euforia del bebé recién nacido y, como no lo hicimos antes de que naciera, lo fuimos postergando. Y fue justo nuestro hijo, cuando empezó a gatear, quien nos hizo ver que era necesario un piso al que él también pudiera sacarle provecho (el de mosaico era muy resbaloso y frío). Cuando nuestro niño empezó a caminar, el departamento ya estaba totalmente montado a nuestro gusto. Aunque sabíamos que con un pequeño en casa sería difícil mantener el orden que nos gustaba, poco a poco lo enseñamos a respetar nuestros espacios y definimos los que serían para él. Esa es la ventaja de tener un departamento amplio en el que nadie se siente invadido por ninguno de los demás miembros ni por sus cosas.  

Un espacio para compartir con amigos y familia

A casi siete años de la mudanza, mi departamento me parece el espacio perfecto y el más bonito para vivir mi vida, pues logramos adecuarlo a nuestras necesidades y gustos: los espejos, que no me gustaban, hoy los veo como un plus que le da una sensación de amplitud tanto a la sala como al comedor; el forrado de madera de la pared más grande la sala es un detalle muy apreciado por todos los que nos visitan, pues, en realidad, le añade un toque único; el tamaño de los closets le ganó al diseño ochentero del que tanto me quejaba, además de que esa combinación de vintage con accesorios contemporáneos, convierte a las recámaras espacios muy agradables. Además, mi hijo no se ve en otro lugar que no sea su casa, su hogar, pues disfruta mucho cada rincón y puede correr y hasta organizar reuniones con sus amigos, a quienes también les gusta mucho venir, pues si no están jugando en el piso de abajo, están en la casita de madera que pusimos en su recámara una vez que entró al kínder.

fullsizeoutput_5a0aLa recámara de Iker

Fotos cortesía de la autora.

 

Nuestro departamento también suele ser un sitio muy apreciado por mis amigos para las reuniones y fiestas, dada su amplitud, ubicación, grandes vistas de la ciudad, terraza y dos niveles. Contar con dos pisos definitivamente nos hace la vida más fácil incluso en las reuniones, pues eso nos permite subir al niño mientras nosotros disfrutamos en la planta baja. Han llegado cosas nuevas en estos años y hemos terminado de quitar otras que seguían ahí, pero hoy por hoy es el hogar que siempre imaginamos tener cuando pasáramos de ser solo dos personas a una familia con un hijo.

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Fotos cortesía de la autora.