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Crónica de un viaje: Ushuaia, en el fin del mundo

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En estos días de encierro, Cousi te ayuda a viajar con la imaginación.


Dicen que los viajes se viven tres veces: cuando los planeamos, cuando los hacemos y cuando los recordamos. Pero yo creo que he vivido aquel viaje muchas veces más, cuando tomo un mate o muerdo un alfajor, cuando siento el sabor del dulce de leche y cada vez que echo un vistazo a mi refrigerador, donde coloqué una postal de La Cordillera, que me recuerda que el mundo es extenso, pero que la vida es corta y hay que disfrutarla. Soñé incansablemente con la Patagonia argentina; tenía unos quince años cuando vi por televisión un programa donde un grupo de exploradores se adentraban en las entrañas del bosque, subían por un glaciar y recorrían en un catamarán las heladas aguas del Canal del Beagle, un estrecho que, podría decirse, pertenece al último resquicio de civilización en la Tierra, pues al término de él comienza la Antártida, un mundo aparte.
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Atardecer en el Canal del Beagle.

Imagen cortesía de Martha Vargas. Octubre, 2016

  Planear mi escapada me llevó más de una década, la gente comúnmente elige viajar a París o Londres, pero pocas veces se siente atraída por destinos inhóspitos que invitan a la desconexión. Mis amigos intentaron disuadirme y convencerme de elegir otro lugar, para poder acompañarme, pero mi plan era muy claro, así que decidí hacerlo sola, a mi manera. Comencé indagando con agencias de viajes, pero los precios eran exorbitantes, al punto que podría fácilmente hacer otro piso en mi casa con lo que me costaría disfrutar de un mes por allá. Así que inicié a seguir blogs, especialmente de mujeres que viajaban en solitario, con recomendaciones de búsqueda de vuelos, alojamientos y alternativas como intercambios, voluntariados y algo que sabía que existía, pero jamás había probado: hacer Couchsurfing, lo que significa hospedarte en casa de otro viajero a cambio de ofrecer tu casa en alguna oportunidad o compartir algo de tu cultura mientras estás como invitado.

"Planear mi escapada me llevó más de una década, la gente comúnmente elige viajar a París o Londres, pero pocas veces se siente atraída por destinos inhóspitos que invitan a la desconexión."


Entonces, el plan comenzó a cobrar fuerza. Dediqué gran parte de mis horas de descanso a programar alertas en metabuscadores de vuelos como Skyscanner, que constantemente enviaba actualizaciones a mi correo con el fin de acercarme a las fechas más baratas. Cabe aclarar que este método es para quienes están dispuestos a viajar en temporadas inusuales y por periodos prolongados, así que quienes deseen hacerlo en vacaciones ordinarias o con niños, probablemente no tengan el mismo éxito.  
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Faro Les Éclaireurs, luz al final de la Tierra

Imagen cortesía de Martha Vargas. Octubre, 2016

 

Así fue como, en medio de la noche, me despertó la alarma para avisarme que el vuelo había bajado a una tarifa mínima histórica, por lo que “Es ahora o nunca”, pensé y minutos más tarde ya tenía mis aéreos confirmados, eso sí, con escala en 3 aeropuertos distintos y con duración de 38 horas, pero cuando eres joven y freelance, nada de eso importa. Lo siguiente era conseguir dónde quedarme, no conté con que era uno de los destinos más costosos sobre la Tierra, pero eso tampoco me detuvo, así que consideré la opción del Couchsurfing y horas más tarde ya tenía un sitio. Exploré el perfil, las calificaciones y conversé con mi anfitrión durante muchos días, todos los que pude para conocerlo mejor, asimismo, contacté con una red de viajeras que están por todo el mundo, para que en caso de que algo no saliera bien allí estuvieran ellas. Sí, sé que todo lo descrito parece un disparate, al día de hoy no sé si repetiría la hazaña, sin embargo, me alegra haberlo hecho y que todo saliera estupendo. No entraré en detalles para narrar lo exhaustivo que es realizar un trayecto tan largo, subiendo y bajando de un avión a otro, pero esta misma red de viajeras me dio la oportunidad de conocer personalmente a otra chica que como yo, hacía backpacking y pudo encontrarse conmigo en mi penúltima parada, Buenos Aires. Allí recorrimos por cerca de diez horas las calles, sus pasajes como Caminito, barrios como Palermo y avenidas como Corrientes y sus pizzerías, donde paramos en La Continental a comer una típica de Muzarella, beber cerveza y compartir nuestras experiencias. Una vez en mi parada final, iniciaban los nervios que eran de esperarse. ¿Y si algo se sale de control? Así que, además de a las administradoras del blog, envié mi localización a mis contactos de confianza. Pero tranquilos, que nada malo pasó, el chico que me recibió resultó ser un sujeto increíble, amante de la naturaleza y aventurero también. Pero algo que debo confesar, es que aún con todo lo anterior, siempre consideré un plan B, este era alojarme en un Hostel y administrarme con la tarjeta de crédito, pues para eso son.   Sobra decir que mi primer encuentro con Ushuaia, la llamada ciudad del Fin del Mundo, fue un acontecimiento revelador, pues nunca en los más de diez años que llevo escribiendo sobre turismo y viajes había tenido la oportunidad de ir tan lejos sola, de esta forma, además. Mi trabajo me permite llegar a grandes resorts, destinos de ultra lujo y comer como sibarita, pero esta ocasión era algo distinto, enriquecedor desde el inicio y a cada paso que daba, en donde el frío a 2 grados centígrados resultó cálido y acogedor; único.

"donde las gélidas olas danzan con las embarcaciones

y los lobos marinos te saludan, mientras el viento

te despeina y se te sonroja la piel sin saber

si es de frío o de emoción."


Durante los veinte días que estuve allá, aproveché para fotografiar distintos rincones de la Tierra del Fuego, explorar su Parque Nacional y correr ocho kilómetros diarios de subida y bajada, cenar con Tomás (mi anfitrión) y preparar comida casera, inventar fusiones México-argentinas y navegar cuantas veces pude hacia el Faro Les Éclaireurs, acompañada por el vuelo de los cormoranes que custodian la región, donde las gélidas olas danzan con las embarcaciones y los lobos marinos te saludan, mientras el viento te despeina y se te sonroja la piel sin saber si es de frío o de emoción. Una recomendación para aquellos viajeros decididos a emprender la travesía mochila al hombro es contratar los tours con operadores locales, que además de ofrecer tarifas muy competitivas, suelen agregar servicios extra como recomendarte dónde comer como local y donde disfrutar de experiencias que van más allá del turismo convencional. De esta manera era como iba y venía de la Bahía Lapataia, un fiordo que limita con la Patagonia chilena y el cual se presta para recorrer sus orillas a pie, sentarse a leer un libro o disfrutar del silencio.  
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Bahía Lapataia, la tranquilidad es música para tus oídos

Imagen cortesía de Martha Vargas. Octubre, 2016

 

Parte de las sorpresas que me dejó aquel viaje, fue encontrarme, sin saberlo, a pocas calles de una vieja amiga que conocí en México, quien, al enterarse de mi visita, no dudó en contactarme para salir a comer y ponernos al día. Lugares como “Ramos Generales El Almacén”, “Volver” y “El bodegón fueguino”, son ideales para la charla, degustar buena gastronomía patagónica y reencontrarse con rostros que hace años no vemos.   Faltaba un día para volver. Pude ver casi todo lo que un viajero que visita la Patagonia desea, sus glaciares y fiordos, la pureza de sus bosques, el azul-magenta de su cielo y la longevidad de cada una de sus tardes, que culminan alrededor de las 20:00 horas durante la primavera. Pero esas mismas circunstancias habían impedido que me encontrara de frente con la nieve, que aquel año, y hasta entonces, brilló por su ausencia. Preparaba mi maleta cuando recordé que en mis andanzas había conocido a un chico, pero no habíamos logrado coincidir nuevamente. Le escribí para despedirme y contarle que lo único que me llevaba pendiente era haber visto caer la nieve, se rio y me aseguró que lo haría.

"Horas más tarde,

recibí la llamada de mi amigo fueguino

que me invitaba a mirar por la ventana

el último regalo de su pueblo."


Cuando llegué al aeropuerto me informaron que, debido a una huelga, todos los vuelos estaban suspendidos, pero me había anticipado comprando un seguro de viaje, lo que garantizó mi estancia en lo que se resolvía. Me dirigí al Hotel Los Ñires y dormí, porque me esperaba un regreso largo. Horas más tarde, recibí la llamada de mi amigo fueguino que me invitaba a mirar por la ventana el último regalo de su pueblo. La nieve en primavera había tapizado los ventanales y, sin pensarlo, decidí salir para sentirla con mis propias manos. No exagero cuando describo toda aquella odisea como un sueño, un déjà vu y un lugar al que recurro cada vez que pienso que la vida es más sorprendente que la ficción, por mucho.  
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Imagen cortesía de Martha Vargas. Octubre, 2016

"El sol brillaba jugando con la nieve,

parece una contradicción, pero fue magia."